El diamante es el material más duro del planeta. El puede rayar o cortar fácilmente otros materiales. Para tallarlo, y darle forma, se utiliza “otro diamante”, ya que es tan duro, que se hace difícil utilizar metales u otros materiales para producir un desgaste. El diamante puede cortar o puede brillar según el uso que se le dé.
Así es el corazón del hombre, puede ser lo más hermoso que hay dentro del ser humano, pero también lo más cortante que exista. El corazón del hombre puede brillar a tal grado que puede ser admirado y seguido por muchos, pero puede ser tan cortante que lastima, hiere y aleja a muchos de él.
En Mateo 13:5-6, Jesús usa la parábola del sembrador para relatar como la Palabra de Dios llega al corazón de los hombres, pero también nos enseña de la forma en que esa semilla es recibida por el ser humano. Específicamente hay una semilla que cayó en tierra poco profunda con ROCA debajo de ella. Dijo Jesús que las semillas "germinaron con rapidez porque la tierra era poco profunda; y que pronto las plantas se marchitaron bajo el calor del sol y, porque no tenían raíces profundas y murieron".
¿Por qué a algunos les cuesta que la Palabra de Dios haga un efecto en ellos? La parábola del sembrador muestra a cuatro personajes que recibieron la misma Palabra, pero solo uno de ellos la recibió y produjo frutos. Cada persona puede recibir la semilla, pero depende de la condición de su corazón el resultado que dé.
Todos los cristianos oyen la Palabra de Dios de diversas formas, Dios se encarga de que el mensaje llegué a todos. Puede ser por medio de una predicación, una persona, un consejo, la Biblia misma, o el Señor personalmente cuando habla al corazón.
Cuando el hombre escucha el mensaje del Señor la efectividad o resultado del mensaje dependerá de la condición del corazón. El Señor quiere que seamos esa tierra fértil, esa tierra fructífera, esa tierra que abrace la semilla, y que permita que esa semilla eche raíces y de fruto.
Todos los días, miles de personas escuchan la palabra de Dios, escuchan el precioso mensaje de salvación, pero por una u otra razón lo rechazan, lo descuidan, o lo subestiman. Sus vidas pierden la oportunidad de ser bendecidas y ser fecundadas por la preciosa semilla del Evangelio.
Muchas personas salen de las iglesias e inmediatamente se les olvida o le ponen poca importancia al mensaje. Como oyentes de la Palabra de Dios, debemos abrir el corazón para que Dios desde ahí transforme nuestras vidas. Como predicadores de la Palabra debemos entregar esa maravillosa semilla, para que caiga en buena tierra, y el Señor produzca el fruto deseado en cada corazón.
El Reino de Dios comienza con la predicación de la Palabra y por eso debemos confiar en la Palabra de Dios más que en cualquier otra cosa. Donde se le dé oportunidad al Señor, El ahí demostrará su poder en la vida del creyente y producirá el fruto que Dios desea de cada uno de nosotros.
En Hebreos 4:12 dice la Palabra de Dios que ella es "viva y poderosa y que es más cortante que cualquier espada de dos filos; que penetra entre el alma y el espíritu, y entre la articulación y la médula del hueso. Dejando al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos".
Eso es precisamente lo que el Señor busca en nostros, dejar a tráves de su Palabra al descubierto todo lo que este oculto, no para avergonzarnos, sino para transformarnos.
Lastimosamente, no todos permiten que esto suceda, algunos endurecen su corazón y no permiten al Señor trabajar en ellos para lograr el resultado deseado. Jesús en particular señala la dureza del corazón para recibir el mensaje del Señor y ponerlo en práctica.
Pablo dijo en 2 Corintios 4:4 que "Satanás, quien es el dios de este mundo, ha cegado la mente de los que no creen. Son incapaces de ver la gloriosa luz de la Buena Noticia. No entienden este mensaje acerca de la gloria de Cristo, quien es la imagen exacta de Dios". Esta es la obra de Satanás sobre la mente de los creyentes y no creyentes, cegarlos para que no reciban ese precioso mensaje de salvación y así permanezcan en oscuridad.
Por eso ante cada Palabra de la Biblia, o predicación tenemos una excusa del porqué de nuestro comportamiento o estilo de vida. El diablo se aprovecha de la dureza del corazón para robar todo lo que el Señor quiere construir o ha construido. También la usa para sembrar cizaña en el corazón en contra de Dios y de otras personas.
El enemigo busca corazones duros para que no reciban la Palabra de Dios tal y como es, un mensaje lleno de amor, esperanza y transformación. Cuando el terreno esta duro, la palabras no llegan tal y como son, con la intención correcta para provocar el efecto correcto.
Dios no habla en su Palabra y nos dice en Hebreos 3:15 "Recuerden lo que dice: «Cuando oigan hoy su voz, no endurezcan el corazón como lo hicieron los israelitas cuando se rebelaron»".
El corazón se endurece por distintas razones, entre ellas:
1. Las mentiras del diablo
El enemigo ha engañado a muchos haciéndoles creer mentiras acerca de Dios. Trata de hacer creer que Dios no nos ama, que a El le gusta vernos sufrir o no le intersamos, especialmente cuando estamos en tiempos difíciles. El diablo distorsiona con mentiras todas las cosas para que estemos en contra de Dios, para que miremos al Señor como “el malo de la película”, y nos alejemos de su presencia.
El diablo alimenta con mentiras nuestro sentir y logra su efecto, DISTANCIAMIENTO para con Dios.
2. Las experiencias de la vida
Todos hemos pasado por malas experiencias en la vida, algunas de ellas han sido traumáticas, otras no tanto pero si dolorosas. Malas experiencias en el matrimonio, la niñez, con los padres, los hijos, en la iglesia, en el trabajo, en la familia, etc. En todas estas experiencias de una manera u otra llevamos enojo y rencor contra Dios.
3. El rechazo
No permitimos a Dios sanar el corazón de esas experiencias vividas, las retenemos en el corazón y no las queremos soltar. Dios siempre ha querido sanar las heridas del alma, los golpes del corazón, pero a veces no lo permitimos como una forma de protección.
Retener el pasado es seguir pensando en venganza y malos deseos para quien nos hizo daño. No dejamos a Dios que entre a esas experiencias de la vida para sanarnos, mantenemos el corazón cerrado y no compartimos el dolor para sanar.
La sanidad tiene que venir a veces desde el mismo vientre de nuestra madre. Rechazo que sufrimos desde que aún éramos niños. Eso nos hace sentir rechazados y heridos. Como le cuesta a una persona creer que es amada, cuando toda la vida ha creído que nadie le ama y se interesa por ella.
4. Una mente no renovada
La mente debe ser renovada, deben borrarse los recuerdos y pensamientos que no se alineen con Dios. Los pensamientos alimentan el corazón y si siguen todavía ahí, seguirán alimentando el corazón con recuerdos, malos pensamientos, y esa forma de respuesta a los problemas que aprendimos en la vida.
Una mente renovada es sustituir nuestros pensamientos contaminados por nuevos pensamientos, es decir aquellas cosas que nos llenan de Dios. Con una mente renovada es más fácil poner por obra la Palabra de Dios. Las acciones no son otra cosa más que nuestros pensamientos al descubierto.
Entre más conozcamos a Dios y sus propósitos, nuestros pensamientos serán como los del Señor. Romanos 12:2 nos dice que "no imitemos las conductas ni las costumbres de este mundo, y que más bien dejemos que Dios nos transforme en personas nuevas al cambiarnos la manera de pensar. Así, entonces aprenderemos a conocer la voluntad de Dios para nosotros, la cual es buena, agradable y perfecta".
Necesitamos sanidad para el alma, es decir una relación sana y normal consigo mismo, con Dios y con nuestro prójimo. Dios quiere sanarnos y darnos esa vida plena que tiene para nuestras vidas.
Somos valiosos ante los ojos de Dios, Él nos ama y quiere levantarnos. Satanás nos tendió una trampa para arruinar nuestra personalidad, pero en Cristo seremos levantados si dejamos que El haga su obra en nuestra vida a través de su Palabra.
La Palabra no podrá hacer su trabajo si el corazón permanece duro, es necesario ser sanos, y ser sensibles al toque de Dios para una transformación maravillosa.
“Las personas te herirán, pero Dios te sanara. Las personas te humillaran, pero Dios te exaltara. Las personas te juzgaran, pero Dios te justificara. Las personas te harán llorar, pero Dios te consolara. Las personas te abandonaran, pero Dios estará a tu lado. Las personas querrán tu mal, pero Dios te hará el bien. Las personas se apartaran de ti, pero Dios saldrá a buscarte por que te ama como a nadie más”.